La historiadora Gerda Lerner ubica el nacimiento del patriarcado como un suceso histórico en el que se documenta el principio de la subordinación de las mujeres a través de los sistemas políticos, legales, culturales, religiosos y sociales.
También documenta las diversas evidencias de la existencia de una conciencia feminista a través de milenios en distintas sociedades del mundo y de la historia. Al recopilar estos escritos llega a la conclusión de que el proceso histórico documentado y transmitido como la historia universal no afecta de igual manera a los varones y a las mujeres, de hecho, ni siquiera las nuevas generaciones de estudiantes saben el nombre de mujeres científicas, escritoras, heroínas de guerra, filósofas, etc, porque sólo se estudian nombres de hombres, tanto es así, que nuestras calles llevan esos nombres masculinos en el 98% de los casos.
“ Cualquier aproximación cuantitativa al trabajo de las mujeres debe asumir que las cifras disponibles son limitadas e inexactas, por sí mismas y en relación a las del conjunto en especial, comparadas a la actividad laboral de los hombres ”. (Del período de la Industrialización). Experiencias desiguales. Conflictos sociales y respuestas colectivas. M. Nash y S. Tavera
Este sería un ejemplo de cómo en los libros de historia no se respetan los datos objetivamente y se oculta información. Pero se sabe que en 1839 la mitad de la fuerza laboral productiva pertenecía al sector femenino, y que en 1851, el 30% del total de la fuerza de trabajo, eran mujeres.
El conocimiento desarrollado a través de siglos por mujeres con conciencia feminista fue truncado una y otra vez. Las mujeres que reclamaban la subordinación o que se comportaban fuera de los esquemas asignados a su sexo, eran marginadas.
La falta de enseñanza a las mujeres sobre los logros de aquellas que fueron exitosas a través de la historia, es uno de los factores que han contribuido a la opresión de las mismas. Así fue que en el siglo XIX cuando la conciencia feminista se empezó a transmitir a otras mujeres es cuando se inicia el feminismo como movimiento social y político.
La Ilustración (época que enfatizaba políticamente la igualdad) y la Revolución Industrial (que originó grandes cambios políticos y sociales) proporcionaron un ambiente favorable a finales del siglo XVIII y principios del XIX para la aparición del feminismo y otros movimientos reformadores.
El capitalismo decía establecer el precio del trabajo en función de la clasificación y capacidad física del trabajador, y retribuir por lo tanto, desigualmente a hombres y mujeres. Vamos, un ejemplo de la discriminación basada en fuerza bruta y no en profesionalidad ni capacidad de elaboración de más tareas, ni cantidad de trabajo si quiera.
Es decir, que a lo largo de la historia, cuando los hombres necesitaron fuerza de trabajo, utilizaron a las mujeres para producir porque si se quedaban en casa, era mano de obra no explotada, pero claro, si cobraban la misma remuneración que un hombre, el prestigio del hombre y la supremacía y sometimiento de éste se perdía, porque todo se basaba en una ley de fuerzas, el más fuerte era el que mandaba; el hombre, y ahora el que más cobraba era el que mandaba; otra vez el hombre.
El primer acto feminista fue llevado a cabo por la francesa Olimpia de Gouges, quien parafraseó en 1791 la "Declaración de Derechos del Hombre y del Ciudadano", designándole el nombre "Declaración de los Derechos de la mujer y de la Ciudadana". Pero la aprobación del Código Napoleónico, basado en la legislación romana, restringía en Europa cualquier posibilidad reivindicativa en ese sentido.
En Francia, los clubes de mujeres republicanas pedían que los tres ideales de la época (libertad, igualdad y fraternidad) se aplicasen por igual a los hombres que a las mujeres.
Pero no fue sólo la Declaración de Derechos del hombre la que negó a las mujeres el ejercicio de la ciudadanía, la radicalización de la Francia jacobina condujo a una centralización que eliminó toda actividad política independiente, los clubs femeninos fueron cerrados y las mujeres reprimidas.
Tras la consolidación del Imperio, el Código Napoleónico (1804), negó a las mujeres francesas los derechos civiles reconocidos durante el período revolucionario e impuso una legislación discriminatoria, según la cual el hogar era definido como el ámbito exclusivo de actuación femenina. Otra vez volvemos a la época de las cavernas, no sea que las mujeres dejen de ser unas sumisas esclavas del hombre y éstos pierdan el poder de dominación, imperialismo y explotación que tanto les gusta y tan bien les hace sentir a su ego.
En las revoluciones francesas de 1830, 1848 y 1871, las mujeres se movilizaron de nuevo para conseguir sus derechos. Reclamaban: derechos políticos, acceso a la educación, mejores condiciones laborales, y la legalización del divorcio.
El movimiento feminista de Gran Bretaña culminó con la obra "Vindicación de los Derechos de la mujer" (1792) cuya autora fue Mary Wollstonecraft, donde se reivindicaba el acceso a la educación; una educación semejante a la de los hombres. Wollstonecraft pensaba que el recibir una educación similar a la del hombre la acercaría a desarrollar su propia independencia económica accediendo a actividades remuneradas y la clave para superar la subordinación femenina, posteriormente John Stuart Mill influido por su mujer escribió en 1869 "El sometimiento de la mujer".
El feminismo norteamericano surgió gracias a las favorables condiciones sociopolíticas de la época; nació ligado a los movimientos protestantes de reforma religiosa; la mujer se concienció de que su situación era análoga a la de los esclavos. También fueron favorables para este movimiento las condiciones sociales y culturales que se daban en E.E.U.U.
El primer documento escrito con carácter feminista fue la "Declaración de Seneca Falls" (1848) en el que se denunciaban las vejaciones sufridas por la mujer a lo largo de la historia, entre ellas, el derecho de voto a los esclavos liberados desconsiderando el sufragio femenino.
Mujeres como Elisabeth Candy Stanton y Susan B. Anthony reaccionaron contra este hecho creando la National Woman Suffrage Association (2ª mitad del siglo XIX).
En España, se consiguió el sufragio en 1933, aunque el movimiento feminista en nuestro país no tuvo tanta envergadura como en gran parte de los países europeos desarrollados.
Las feministas españolas tuvieron una actuación social bastante reducida. Se inclinaban mayoritariamente por los asuntos sociales como el derecho a la educación o al trabajo que por reivindicaciones de tipo político.
Miguel Primo de Rivera, durante su dictadura, instauró la llamada Asamblea Nacional, en la cual quince mujeres tuvieron su escaño. Gran parte de las constituyentes pertenecían a grupos de aristócratas e intelectuales como Blanca de los Ríos y María de Maeztu.
El sistema dominador de la sociedad liberal española tuvo también influencia sobre la mujer mediante códigos como el Penal (1870), el de Comercio (1885) o el código Civil (1889), ante los cuales la mujer salía perjudicada sin tener apenas ningún tipo de libertades, derechos o privilegios.
La tarea primordial en la vida de la mujer sería su única y exclusiva dedicación a la casa sin tener oportunidad de salir de todo aquello que guardara una relación fuera del ámbito doméstico.
El papel de la mujer en el mundo fue superando ligeramente este ámbito doméstico en el que había estado atada. Mujeres incluso de clase baja no desperdiciaron la oportunidad y aprovecharon esta nueva visión del mundo que se les ofrecía, ocupando así más puestos de trabajo.
El número de mujeres en los estudios superiores impartidos en las universidades, profesiones liberales etc... que había sido inexistente, dejó de serlo ya a finales del siglo XIX.
A partir de 1920 el número de reivindicaciones fue creciendo, originando en Madrid en 1918 la primera "Asociación Nacional de Mujeres Españolas" (A.N.M.E), en la que se situaban Clara Campoamor y Victoria Kent como dos de sus dirigentes más representativas. Una asociación que tenía ya en sus manos el claro derecho al sufragio.
Otra de las asociaciones importantes fue la llevada a cabo por Carmen Burgos, "Cruzada de Mujeres Españolas"; quien protagonizó la primera manifestación callejera a favor del sufragio en Madrid en 1921.
La legislación de la II República española (1931-1936), supuso grandes avances en el reconocimiento de los derechos de la mujer y de su incorporación a la política. Aunque, estos primeros logros no fueron conseguidos en su mayor parte por los constantes esfuerzos de las primeras sufragistas españolas.
El movimiento feminista alcanzó, por primera vez en nuestro país, una cierta resonancia y participación social. Se llegó a conseguir, sobre todo por las ideologías que aportaban los partidos políticos (ya democráticos); lo que les obligó a una serie de reformas de las leyes discriminatorias, la igualdad en los derechos de ambos sexos, la concesión del voto femenino y la posibilidad de acceder a cargos públicos, como ya lo hizo Victoria Kent con la Dirección General de Prisiones, e introdujo eficaces reformas.
El sufragio femenino no fue defendido por todo el mundo. Personas como la misma Victoria Kent del partido radical-socialista o Margarita Nelken, socialista, y ambas diputadas de las Cortes Constituyentes, argumentaban en contra del voto femenino, QUE LAS MUJERES AÚN NO ESTABAN PREPARADAS PARA ASUMIR EL SUFRAGIO. Proponían que éste se aplazase. En realidad, Kent y Nelken defendían esta postura junto a otros miembros de los partidos de izquierda porque temían que las mujeres, al tener a su disposición el derecho al voto, optasen por los partidos conservadores desestabilizando así la República. Estos miedos se debían a que en aquellos momentos la población femenina estaba muy influenciada por el conservadurismo eclesiástico, el tradicionalismo de la iglesia Católica. Pero en contra de estas tesis se encontraba Clara Campoamor, diputada de las Cortes por el partido Radical. Esta mujer afirmaba sentirse ciudadana antes que mujer.
Finalmente, en las elecciones de noviembre de 1933, hicieron presencia algunas mujeres en las listas electorales: Concha Peña por el Partido Radical-Socialista, Clara Campoamor por el Partido Radical, Margarita Nelken por el P.S.O.E, Mª Rosa Urraca por los tradicionalistas y Pilar Coreaga por Renovación Española.
Los resultados de la primera vuelta fueron totalmente favorables para la derecha que consiguió el 40% de los votos, al contrario que la izquierda que consiguió el 20%. Los resultados sólo demostraban la dispersión de la izquierda. Pero, el fracaso fue motivo de exculpación y crítica contra el voto femenino, se les hizo en gran parte responsables a las mujeres de este fracaso, sin fundamento ninguno porque por ejemplo en Madrid con un 51% del censo femenino fue favorable a los socialistas. Sea como fuere, los partidos izquierdistas quisieron utilizar el voto femenino para ganar adeptos y al resultar un fracaso, volvieron a su pensamiento machista y excluyente.
Una vez más se evidencia que la lucha de las mujeres y la consecución de algunos derechos ha sido siempre por intereses que nada tenían que ver con su lucha, como siempre, solas ante todo, manipuladas por los poderes políticos siempre masculinos, y utilizadas por interés y no por convicción moral.
Todos los movimientos feministas y sufragistas estuvieron siempre dirigidos por mujeres de procedencia burguesa (es decir, capacidad económica, intelectual y de opinión propia mucho mayor). Éstas elaboraron las alternativas ideológicas, tácticas políticas e instrumentos estratégicos que desbordaban esta procedencia social dirigiéndose al conjunto de las mujeres, sin importar que éstas fueran burguesas o trabajadoras, sin embargo, el interclasismo de los presupuestos feministas no logró penetrar en ámbitos obreros y fue rechazado, en particular por parte del socialismo organizado. Socialismo que cuando le ha interesado para ganar votos de poder, sí que ha contado con las feministas, como es el caso actual, antes no le importó no luchar por unos derechos humanos porque no le beneficiaba darles poder a las mujeres, ni mezclarse con la burguesía por propio orgullo, pero en la actualidad, las luchas y reivindicaciones feministas están de moda de nuevo, y llevan el sello progresista en nuestro país, por lo que, por conveniencia y no por lógica humana y solidaria es por lo que se han hecho dueños de estas manifestaciones. Eso sí, al menos y aunque sea por conveniencia, van ganando posición.
En la España de antes, el modelo de género establecido en la sociedad liberal española garantizaba la subordinación de la mujer al varón, y ponía bases estrictas para su actuación social.
En esta época, no hay ninguna diferencia en la sociedad española entre personas liberales y conservadoras, entre personas de derechas y de izquierdas en lo que respecta a los derechos humanos de la mujer, no es cierto que unos sometieran a las mujeres y los otros estuvieran convencidos de sus reivindicaciones justas, absolutamente todos estaban en contra de que la mujer pudiera liberarse de una dictadura sexista, dictadura que por cierto, aún existe aunque malintencionadamente estén sabiendo disfrazar y disimular con leyes absurdas pero que suenan bien a la opinión pública adormecida y sectarizada, o con ministerios recién inventados ineficaces y efímeros.
Éstas son algunas opiniones fuera de sectores conservadores (los tradicionalmente tachados de machistas):
“ En sí misma, la mujer, no es como el hombre, un ser completo, es sólo el instrumento de la reproducción, la destinada a perpetuar la especie, mientras que el hombre es el encargado de hacerla progresar, el generador de la inteligencia, a la vez creador y demiurgo del mundo social “ Pompeu Gener (1848-1920) Republicano federal y escritor.
Y siguiendo el hilo de este “inteligente y grandioso escritor”, cito a continuación algunos textos de antiguos y contemporáneos filósofos, pensadores e ilustrados, que dejan evidencia de lo difícil que le ha sido a la mujer poder soñar con una igualdad. Para un hombre sólo es “algo gracioso e inocente”, para una mujer es vejatorio y humillante. El problema es no saber empatizar con los sentimientos de las mujeres porque nunca a lo largo de la historia han sufrido estas vejaciones.
“La mujer debe adorar al hombre como a un dios. Cada mañana debe arrodillarse nueve veces consecutivas a los pies del marido y, con los brazos cruzados, preguntarle: Señor, ¿que deseais que haga?”.
Zaratustra (filósofo persa, Siglo VII a.C)
"Todas las mujeres que sedujeran y llevaran al matrimonio a los súbditos de Su Majestad mediante el uso de perfumes, pinturas, dientes postizos, pelucas y relleno en caderas y pechos, incurrirían en delito de brujería y el casamiento quedaría automáticamente anulado."
Constitución Nacional Inglesa (Ley del Siglo XVIII)
“Aunque la conducta del marido sea censurable, aunque éste se dé a otros amores, la mujer virtuosa debe reverenciarlo como a un dios. Durante la infancia, una mujer debe depender de su padre; al casarse, de su marido; si éste muere, de sus hijos, y si no los tuviera, de su Soberano. Una mujer nunca debe gobernarse a sí misma."
Leyes de Manu (Libro Sagrado de la India)
“Cuando un hombre fuera reprendido en público por una mujer, tendrá derecho a golpearla con el puño o el pié y romperle la nariz para que así, desfigurada, no se deje ver, avergonzada de su faz. Y le estará bien merecido, por dirigirse al hombre con maldad y lenguaje osado."
Le Ménagier de Paris (Tratado de conducta moral y costumbres de Francia, Siglo XIV)
“Los niños, los idiotas, los lunáticos y las mujeres no pueden y no tienen capacidad para efectuar negocios.”
Enrique VII (rey de Inglaterra, jefe de la Iglesia Anglicana, Siglo XVI)
“Cuando una mujer tuviera una conducta desordenada y dejara de cumplir sus obligaciones del hogar, el marido puede someterla y esclavizarla. Esta servitud puede, incluso, ejercerse en la casa de un acreedor del marido y, durante el período que durase, le es lícito al marido contraer un nuevo matrimonio“.
Código de Hamurabi (Constitución de Babilonia, otorgada por el rey Hamurabi, que la concibió bajo “inspiración divina”).
“Los hombres son superiores a las mujeres porque Alá les otorgó la primacía sobre ellas, dio a los varones el doble de lo que dio a las mujeres. Los maridos que sufrieran desobediencia de sus mujeres pueden castigarlas, abandonarlas en sus lechos e incluso golpearlas. No se legó al hombre mayor calamidad que la mujer."
El Corán (libro Sagrado de los musulmanes, “dictado por Alá a Mahoma” en el Siglo VI).
"Que las mujeres estén calladas en las iglesias, porque no les es permitido hablar. Si quisieran ser instruidas sobre algún punto, pregunten en casa a sus maridos.“
San Pablo (apóstol cristiano, año 67 d.C.)
“La naturaleza sólo hace mujeres cuando no puede hacer hombres. La mujer es, por tanto, un hombre inferior."
Aristóteles (filósofo griego. Siglo IV a.C.)
“El peor adorno que una mujer puede querer usar es ser sabia.“
Lutero (teólogo alemán, reformador protestante, Siglo XVI)
“La hembra es hembra en virtud de cierta falta de cualidades.”
Aristóteles (filósofo griego. Siglo IV a.C)
“La mujer es, reconozcámoslo, un animal inepto y estúpido aunque agradable y gracioso.” Erasmo de Rotterdam (1466-1536) Filósofo y Teólogo holandés.
“Hay un principio bueno, que ha creado el orden, la luz y el hombre, y un principio malo, que ha creado el caos, las tinieblas y la mujer.” Pitágoras (580-500 a.C.) Filósofo griego
“El padre debe ser más amado que la madre, pues él es el principio activo de la procreación, mientras que la madre es tan solo el principio pasivo.” Santo Tomás (1225-1274) Teólogo y Filósofo italiano
“Hay tres cosas que jamás he podido comprender: el flujo y reflujo de las mareas, el mecanismo social y la lógica femenina.” Jean Cocteau (1889-1963) Escritor francés
“Desde la edad de seis años, la mujer no crece más que en dimensiones.” Severo Catalina (1832-1871) Político y escritor español
“Las mujeres son como las veletas: sólo se quedan quietas cuando se oxidan.” François Marie Arouet Voltaire (1694-1778) Escritor francés
“Las mujeres son como los caballos: hay que hablarles antes de ponerles las bridas.” Andre Maurois (1885-1967) Escritor francés
“Las mujeres están para ser gustadas. Después, unas se dejan, otras no…Eso va ya por provincias.” Camilo José Cela (1916-…) escritor español
“Al envejecer, el hombre construye su rostro y la mujer lo destruye.” Johann Wolfgang Goethe (1749-1832) Escritor alemán
“El dominio masculino es indispensable para que los hombres puedan apropiarse del producto de la fecundidad femenina.” EL CORAN
“¡Oh, qué plaga, qué aburrimiento, qué tedio es tener que tratarse con ellas mayor tiempo que los breves instantes en que son buenas para el placer!.” Francisco de Quevedo (1580-1645) Escritor español
“Por muchas razones no es bueno que la mujer estudie y sepa tanto.” Jean-Baptiste Poquelin Mòliere (1622-1673) Dramaturgo francés
“Si la mujer fuera buena, Dios tendría una.” Sacha Guitry (1885-1957) Dramaturgo francés
“Apenas han encontrado marido, se convierten en máquinas de fabricar niño, en perpetua adoración por el fabricante.” Henri Beyle Stendhal (1783-1842) Escritor francés
“El secreto del alma de las mujeres consiste en carecer de ella en absoluto.” Enrique Jardiel Poncela (1901-1952) Escritor español
“Emancipar a las mujeres es corromperlas.” Honoré de Balzac (1799-1850) Escritor francés
Esther Gómez Solaz