Creo que las personas somos de papel, somos frágiles y nacemos en blanco, puros e inocentes, somos como un cuaderno en el que hay que ir escribiendo lo que nos sucede a lo largo de nuestra vida.
A medida que vamos creciendo y experimentando en la vida vamos escribiendo en sus hojas los hechos pero tal y como lo veo yo, los escribimos de diferentes colores según sea el sentimiento con el que lo recordamos o manifestamos:
-En rojo escribimos lo que sufrimos, lo que las demás personas nos causan, los acontecimientos tristes y dolorosos que nos causa el entorno. Son inevitables porque no dependen tanto de nosotros mismos, nos hacen sentir en un pozo profundo del que no podemos salir y que además cada vez se llena más y más de agua, nos asfixia, nos ahoga, son períodos de tristeza por los que todo ser humano pasa tarde o temprano.
-En negro anotamos todo aquello que queda en el corazón y que duele pero por nuestra entera culpa, son los rencores, odios y envidias. Por mucho daño que nos hayan hecho, en el fondo, somos culpables de ello, no podemos echar la culpa a los demás por muy mal que se hayan portado porque gran parte de ello es consecuencia de nuestros actos, nuestros pensamientos, nuestros sentimientos. Las personas que pasan olímpicamente de todo, tienen la virtud de sufrir menos, sí, pero también aprenden menos que es en definitiva nuestra meta, y desde luego acaban por dejar de tener sentimientos, se les olvida lo que es sentir y se convierten en personas muy frías, distantes, hipócritas y superficiales, dejan de ser personas. Debemos evitar a toda costa escribir en nuestro cuaderno con este color, porque si ennegrecemos el alma con sentimientos tan negativos no podremos ser felices jamás, cada manchurrón en negro se queda pegado a nosotros como si fuera chapapote que nos oprime y no nos deja libres, así que, aunque te cueste, olvida tus rencores, perdona tú a quien creas que te deba disculpas, y sobre todo, nunca envidies a los demás porque además de no ser feliz y estar satisfecho con lo que eres y tienes, sólo haces el ridículo.
-En rosa escribimos sólo aquellas cosas que nos hacen inmensamente felices en un determinado momento como es el nacimiento de un hijo, comprarte una casa nueva, enamorarte, etc. No hace falta explicar mucho sobre cómo nos sentimos en esos momentos porque también lo hemos experimentados todos alguna vez, y resulta una droga muy adictiva, cuando dejamos de sentirlo hacemos lo posible por volver a conseguirlo.
-En verde anotamos nuestros deseos y esperanzas, nuestros anhelos de felicidad, eso que recordamos nos hacía felices y ya no lo tenemos. La esperanza es positiva y negativa a partes iguales, es bueno tenerla porque nos anima a luchar por algo, pero a veces nos ciega demasiado la realidad y empezamos a vivir sueños no realistas que sólo nos afecta negativamente en la salud.
-Y por último, anotamos aquello que aprendemos de la vida, de nuestras experiencias, aquello que nos permite no tropezar en la misma piedra dos veces, y aquello que hace que evolucionemos como seres humanos, lo solemos anotar en rojo si nos ha hecho daño, en negro si estamos ansiosos de venganza, y en azul si la experiencia no nos deja una huella tan fuerte, triste y dura, si por el contrario es algo que nos sirve para nosotros mismos, y para poder compartirlo con los demás.
Así que, los colores más deseables para tener una vida sana y feliz son el azul y el rosa, aquellos colores que nos recuerdan además a la infancia, son colores pastelosos, de bebé, de nuestra infancia, tan inocente, tan dulce, tan llena de entusiasmo por aprender cosas nuevas, tan llena de cariño hacia los demás. ¿Quién ha dicho que no podamos volver a ese estado?, no hace falta volver a nacer físicamente para conseguirlo, vuelve a nacer tú mismo, tu esencia, tu persona, puedes volver a nacer, puedes volver a sentir alegría por las pequeñas cosas, puedes volver a sorprenderte por cada momento que vivas, puedes volver a sonreir como hacías de pequeña/o, puedes volver a sentir cariño por la gente que te rodea porque son personas como tú que necesitan de cariño.
Esther Gómez Solaz
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